jueves, 20 de junio de 2024

Auge, decadencia y muerte de la Refinería

En 1930, cuando la Refinería se implantó en Tenerife, la ciudad acababa hacia el Sur en el barranco de Santos. Al otro lado de éste, cruzando el único puente que había hasta la construcción en 1928 del de Galcerán, se encontraba el barrio costero de El Cabo, a ambos lados del camino a La Laguna (actual calle San Sebastián), con el Hospital Civil, el cuartel de San Carlos y la plaza y ermita de San Telmo. Más hacia el Sur seguía un camino costero que llevaba a la fábrica de Gas, la batería de San Francisco, el matadero, la ermita de Regla, el polvorín y el Lazareto; por encima de estas construcciones dispersas de carácter periurbano, había campos de cultivo progresivamente abandonados. No obstante, ya desde antes de la Gran Guerra, el Ayuntamiento preveía la expansión de la ciudad hacia el Sur, basándose en la prolongación de la Rambla (entonces llamada del 11 de febrero), de Veinticinco de Julio y de Valentín Sanz, tal como se aprecia ya en el plano de Benito Chías de 1913. A las fechas de implantación de la Refinería también estaba prevista la actual avenida Tres de Mayo, en el tramo recto que enlaza la actual rotonda del cabo con la Rambla, denominada hacia mediados de los años veinte “vía de enlace de la avenida marítima con la carretera a La Orotava”. Los terrenos que ocupó CEPSA, por tanto, no solo no formaban parte de la ciudad, sino que ni siquiera quedaban comprendidos en las previsiones de ensanche ni lo fueron hasta el final del Franquismo.
 
 
Tras unos primeros años difíciles, primero por la animadversión de las petroleras competidoras y luego por los conflictos bélicos (Guerra Civil española y Segunda Guerra Mundial), la Refinería consolidó su actividad industrial. El continuado aumento de la demanda se tradujo lógicamente en un progresivo incremento de la producción y, a su vez, en la ampliación de las dimensiones físicas de la Refinería. Según recoge el libro citado de Arencibia y Cola Benítez, las instalaciones fueron extendiéndose mediante sucesivas adquisiciones desde mediados de los treinta hasta 1963, llegando a ocupar más de un millón de metros cuadrados. Posteriormente, la propiedad de CEPSA se fue achicando, debido a exigencias de obras de infraestructuras y del crecimiento urbano. A este último respecto, el recorte más relevante se enmarcó en la revisión del planeamiento general municipal de los años ochenta, que culminó con la incorporación a la ciudad de la esquina oriental (hasta las actuales calles Manuel Hermoso y José Emilio García Gómez), con unos 250.000 m2s de superficie y donde, en la actualidad, se emplazan importantes edificios terciarios y dotacionales. 
 
Hasta mediados los sesenta, la refinería tinerfeña abastecía de productos petrolíferos finales en régimen prácticamente de exclusividad a todo el mercado español. A partir del Plan de Estabilización que da inicio a la etapa “desarrollista” del Franquismo, cambia la situación al autorizarse la implantación de refinerías en el territorio peninsular (la propia CEPSA construye una en la bahía de Algeciras). No obstante, la refinería de Santa Cruz sigue manteniendo una intensa actividad productiva, si bien progresivamente va dejando de ser el principal foco de la compañía, que abre más líneas de negocio, incluso fuera de España. La entrada de España en la entonces Comunidad Económica Europea supuso la radical transformación empresarial de la industria petrolera en España (CAMPSA se privatiza dando origen a REPSOL). En 1988, CEPSA abre su accionariado a inversionistas extranjeros, con la adquisición del 10% de la compañía por IPIC (International Petroleum Investment Company) de Abu Dabi; poco después entra la francesa Elf Aquitaine. En la década de los noventa el proceso de internacionalización se intensifica (compra de ERTOIL, del 25% de los activos comerciales de CAMPSA, de la refinería de La Rábida; producción de petróleo en Argelia; plantas en América …), convirtiéndose en una de las compañías petroleras más importantes del mundo. En 2011, el fondo de inversión IPIC de Abu Dabi compra todas las acciones de CEPSA y se convierte en el único propietario. En 2017, tras la fusión de IPIC y Mubadala, la nueva compañía, Mubadala Investment Company pasa a ser el propietario único. Finalmente, en 2019, el fondo de inversión Carlyle Group, adquirió el 37% de la compañía. En la actualidad, por tanto, la propiedad de CEPSA es del Gobierno de Abu Dabi en un 63% y del mayor fondo de inversión global del mundo (estadounidense). El capital social de la empresa es de 268 millones de euros (y, sin duda, vale muchísimo más); compárese con las 75.000 pesetas (dos millones de euros actuales) con las que unos financieros catalanes constituyeron la compañía en 1930.
 
La Refinería cesó su actividad industrial en abril de 2015. Era la crónica de una muerte anunciada, por más que unos meses antes el entonces ministro de Industria José Manuel Soria declarara que la planta de la capital tinerfeña seguiría produciendo (dijo que así se lo había asegurado la propia compañía). Naturalmente, las razones fundamentales del cierre fueron empresariales: de un lado, CEPSA se estaba centrando en otras áreas de negocio y, de otro, la reducción de la demanda aconsejaba descartar instalaciones antiguas como la de Tenerife en favor de otras más eficientes y rentables. Pero también hay que tener en cuenta que desde unos años antes había un fuerte descontento ciudadano por los efectos ambientales de la Refinería que se concretó en demandas judiciales y en la aprobación del Plan de Calidad del Aire de la aglomeración de Santa Cruz de Tenerife-San Cristóbal de La Laguna por dióxido de azufre, que imponía unas fuertes medidas correctoras cuya ejecución suponían costes económicos muy relevantes (probablemente, este plan fue el empujoncito final que para que CEPSA decidiera acabar de una vez con más de 80 años de actividad industrial en la Isla). 
 
Como ya he contado en el primer post de esta serie sobre la Refinería, en junio de 2018, el alcalde de Santa Cruz y el consejero delegado de CEPSA firmaron un acuerdo para impulsar el Plan Santa Cruz Verde 2030. En él, CEPSA manifiesta su voluntad de “cooperar para alcanzar, entre otros, los objetivos de una apertura al mar, el incremento de la movilidad y accesibilidad, un desarrollo de nuevas infraestructuras, el aumento de las dotaciones públicas (equipamientos y usos comunitarios en materia sociosanitaria, docente, cultural, asistencial, de seguridad o protección ciudadana, así como de promoción de vivienda protegida) y espacios verdes, así como diversas actuaciones en tecnología, economía – en sus ámbitos turístico, comercial y administrativo – y sostenibilidad energética”. Ahora bien, por mucha raigambre que históricamente tenga CEPSA con Tenerife, dudo que a los actuales propietarios de la Compañía les importe nada distinto de obtener el mayor dinero posible de la venta futuras parcelas urbanizadas destinadas a usos lucrativos.

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