miércoles, 19 de junio de 2024

Los orígenes de la Refinería

Como he contado en el anterior post, a finales de junio de 1927 se estableció el monopolio de petróleos, previéndose en el Real Decreto la concesión de la administración de las actividades a una empresa privada que sería CAMPSA. Esta decisión de la Dictadura planteaba el riesgo de represalias de las grandes compañías (en particular de Standard Oil y de Shell) que podrían poner en riesgo el abastecimiento de petróleo. La solución para minimizar esta amenaza provino de un personaje que, como otros tantos de sus contemporáneos, me ha resultado tremendamente interesante; se llamaba Francesc Recasens i Mercadé, natural de Reus, vinculado desde joven al modernismo catalán, escritor y, finalmente, volcado hacia la banca y la política (entre bastidores). Con su hermano Eduard y Evarist Fàbregas i Pàmies, político republicano y catalanista que, en la República, militaría en ERC, fundó en 1920 el Banco de Cataluña, que fue uno de los que integró el grupo financiero que constituyó CAMPSA. Poco después, Recasens convenció a Calvo Sotelo para crear una empresa que se ocupara de la importación y el refino del crudo fuera del ámbito territorial del monopolio. Parece que la idea entusiasmó al ministro de Hacienda y el 26 de septiembre de 1929 nace la Compañía Española de Petróleos, S.A. (CEPSA), con un capital social de 75 millones de pesetas (a fecha de hoy, serían unos 200 millones de euros) repartido en millón y medio de acciones de cincuenta pesetas cada una, a fin de facilitar la incorporación del pequeño ahorrador. 
 
El otro nombre clave en los orígenes de CEPSA es Demetrio Carceller Segura, quien fue su primer director. Este turolense, afincado desde niño en Cataluña, desarrolló muy pronto un extraordinario olfato para los negocios y levantó un imperio económico que se mantiene acrecentado tres generaciones después (Disa, Rodilla, Sacyr, Pescanova, Estrella Damn …). Había estudiado ingeniería textil pero muy joven se orientó hacia el petróleo, iniciándose como técnico en la refinería Sabadell y Henry de Cornellá, la primera de España y que luego expropiaría CAMPSA. Orientado siempre hacia los vientos dominantes, se acercó a los financieros catalanes en la Dictadura haciendo la pelota al régimen, luego participó en la fundación de Falange, aunque dicen sus biógrafos que nunca fue muy creyente, germanófilo primero para luego inclinarse hacia los aliados, ministro de Industria y Comercio en 1940. 
 
Parece que, en principio, la idea de Recasens y Carceller era abastecer de crudo a CAMPSA para que ésta lo procesara en las instalaciones que había de construir. Pero, como ya comenté, la administradora del monopolio no estaba muy por la labor de meterse en el sector industrial, de modo que enseguida se plantea la construcción de una refinería propia, que abastecería a CAMPSA para que ésta distribuyera productos finales en la Península. Pero, ¿dónde había de construirse? Evidentemente, debía estar cercana a un puerto de dimensión suficiente fuera del ámbito del monopolio, lo que dejaba solo tres opciones: Ceuta, Las Palmas o Santa Cruz. Las gestiones para decidir el emplazamiento se le encomendaron a Juan Lliso Moreno, otro ingeniero que dirigía la destilería de pizarras bituminosas de Rubielo de Mora (Teruel), también propiedad de Sabadell y Henry (todo quedaba en casa). Cuentan Arencibia y Cola Benítez (Refinería Tenerife 1930-2005) que Ceuta fue descartada enseguida, sobre todo por las dificultades de abastecimiento de agua. Había de ser en Canarias. 
 
Así que Lliso viaja a las dos islas mayores a tantear opciones. Parece que en Las Palmas no fue demasiado bien acogido por el alcalde Mesa y López, quien llegó a hacerle esperar varias horas. No obstante, le ofreció unos terrenos cercanos al puerto, pero eran de propiedad militar lo que implicaba largos trámites para conseguir su disponibilidad. En santa Cruz, por lo visto, el trato fue muy distinto. El alcalde García Sanabria se entusiasmó con la propuesta y se volcó para convencer al empresario de que Tenerife era el lugar idóneo, dándole todo tipo de facilidades. De tal modo, se eligió una franja costera de antiguos cultivos, situada más allá del barrio del Cabo que, a poniente del Lazareto (actual Palmetum) subía por la ladera hasta el camino de Pescadores (ocupado hoy por el trazado inicial de la autopista) y limitaba, en su extremo Sur, con el barranco del Hierro, alcanzando una superficie aproximada de 15 hectáreas. 
 
A principios de 1930 se adopta formalmente la decisión, aunque el expediente de adquisición se había iniciado seis meses antes, cuando ni siquiera se había constituido CEPSA (lo que da una idea de cómo se hacían las cosas por aquellas fechas). García Sanabria debió ejercer sus buenos oficios de intermediario con los dueños de los terrenos, porque en una carta que dirige a la dirección de la compañía en Madrid cuenta que hay muy buena disposición a vender a precios entre 2,30 y 3,75 pesetas el metro cuadrado. En un artículo de El Día, José María Segovia recuerda que Juan Lliso le contó que el precio de los terrenos fue de 5 ptas/m2; si asumo esta cifra (para tirar por lo alto), la adquisición del primer emplazamiento de la Refinería ascendería a unas 750.000 pesetas de 1930 que vienen a ser 2 millones de euros a fecha de hoy (actualización con el IPC).
 
 El 19 de abril de 1930, Lliso, en calidad de delegado-apoderado de CEPSA, solicitó licencia para instalar una refinería de petróleos en los terrenos de su propiedad sitos en la Costa Sur de esta población, con un proyecto del arquitecto Blasco que contemplaba unos 2.900 m2 de construcciones cubiertas. El 30 de junio, algo más de dos meses después, el Ayuntamiento concedía la licencia, aunque la empresa había ya iniciado las obras (lo de actuar sin licencia no es invento de nuestros tiempos). La construcción y montaje de las instalaciones fueron encargados a la Bethlehem Steel Corporation, corporación metalúrgica estadounidense entre las mayores del mundo (pocos años antes había construido la refinería de La Plata en Argentina). El 26 de noviembre, aunque todavía no habían concluido los trabajos, se celebró el acto de inauguración de la planta, con la asistencia de lo “más granado” de la sociedad chicharrera, amén de ilustres autoridades peninsulares (véase el magnífico video que adjunto). Antes, a finales de octubre, la refinería recibió el primer cargamento de crudo procedente del lago Maracaibo. En resumen: en menos de un año, CEPSA decidió dónde emplazar la refinería, adquirió los terrenos, hizo el proyecto, obtuvo licencia, realizó las obras y empezó a ejercer la actividad. Algo impensable en la actualidad, cuando los procedimientos administrativos equivalentes difícilmente se resolverían en menos de una década.
 

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